Los primeros análisis químicos efectuados por la sonda Phoenix sobre muestras de suelo marciano arrojan un resultado claro: la tierra del Planeta Rojo reúne condiciones muy propicias para el desarrollo de la vida. Si a esto se añade que los científicos encargados de la misión se muestran exultantes, sin duda se hace necesaria una explicación.
Para ello cabe primero decir que los instrumentos de la sonda no están diseñados para detectar microorganismos. No es su finalidad. Las muestras de contento de los investigadores se apoyan en que el suelo de Marte contiene, según sus propias palabras, «una cantidad razonable de nutrientes, es decir, de aquellos elementos y sustancias químicas esenciales para la vida». Dichas sustancias son cloruros, magnesio, potasio y sodio. Además, se han hallado trazas de CO2 y de vapor de agua al someter las muestras a elevadas temperaturas.
«No hay nada en el suelo de Marte que impida el desarrollo de la vida, sino que por el contrario parece ser muy propicio, sin nada de tóxico», declaraba ayer Samuel Kounaves, de la Universidad de Tufts y responsable del laboratorio de química húmeda conocido como TEGA (Analizador de Gas Termal y Desarrollado). «Nada hay de extraño en las muestras analizadas. Es un suelo como el que podríamos encontrar en nuestro jardín, en el que plantar espárragos perfectamente», precisaba Kounaves. Las sales halladas, en forma de cloruros, y los contenidos en magnesio, potasio o sodio no son en ningún caso nutrientes orgánicos, sino minerales propios de la química inorgánica.
Michael Hetch, responsable de otro de los instrumentos de la sonda, el laboratorio MECA (Analizador de Microscopía, Electroquímica y Conductividad), precisaba por su parte que el suelo marciano analizado bajo estos parámetros presenta un carácter alcalino, con un pH básico de entre 8 y 9 (el pH neutro es igual a 7). Este tipo de suelos con un cierto grado de basicidad puede encontrarse también en la Tierra. En concreto, Hetch precisó que grados de pH entre 8 y 9 son bastante comunes en los suelos de los valles secos del interior de la Antártida.
Rastreador de vapores
Entre los datos más significativos encontrados por el analizador TEGA cabe señalar la presencia de trazas de dióxido de carbono y de vapor de agua, aunque en proporciones muy pequeñas. Este laboratorio permite «hornear» las muestras de tierra a temperaturas muy elevadas, de hasta mil grados centígrados. El analizador rastrea los vapores emitidos por las muestras de suelo en distintos rangos de temperaturas, al ser calentadas progresivamente en cada uno de los ocho pequeños hornos del TEGA.
Estas muestras de suelo proceden de la superficie, lo cual explica que no hayan aparecido rastros de hielo, que sí se encontraría a algunos centímetros bajo el suelo. Al calentar ligeramente las muestras desprendieron CO2, mientras que a más elevadas temperaturas eran perceptibles trazas de vapor de agua entre los gases liberados.
Los elementos esenciales
A pesar de la pequeña proporción de estos dos gases entre los vapores emitidos, su presencia tiene una especial trascendencia porque supone que en Marte existen los dos elementos esenciales para el desarrollo de la química orgánica característica de la vida tal como la concebimos, es decir, el carbono y el agua, la base de las moléculas orgánicas complejas y el disolvente indispensable para sus combinaciones.
Los resultados de estos análisis preliminares permiten interpretar, afirmaba Kounaves, «con toda certeza que el agua líquida ha estado presente en el planeta en algún momento más o menos lejano de su historia». En el presente, Marte es demasiado frío como para que el agua pueda permanecer en estado líquido, pero sin duda alberga grandes masas heladas en su subsuelo.
En las próximas semanas, los complejos instrumentos de la Phoenix afinarán estos análisis preliminares y, sobre todo, una vez extraídos fragmentos de hielo bajo la superficie, su análisis detallado proporcionará respuestas sobre el pasado y el presente climáticos de Marte. Esta es, fundamentalmente, la misión para la que la sonda Phoenix ha sido enviada al Planeta Rojo: localizar agua y componentes orgánicos, y precisar si algún tipo de vida primitiva fue posible una vez allí. Y los primeros datos revelan que, cuanto menos, su suelo es apto para la vida.
Para ello cabe primero decir que los instrumentos de la sonda no están diseñados para detectar microorganismos. No es su finalidad. Las muestras de contento de los investigadores se apoyan en que el suelo de Marte contiene, según sus propias palabras, «una cantidad razonable de nutrientes, es decir, de aquellos elementos y sustancias químicas esenciales para la vida». Dichas sustancias son cloruros, magnesio, potasio y sodio. Además, se han hallado trazas de CO2 y de vapor de agua al someter las muestras a elevadas temperaturas.
«No hay nada en el suelo de Marte que impida el desarrollo de la vida, sino que por el contrario parece ser muy propicio, sin nada de tóxico», declaraba ayer Samuel Kounaves, de la Universidad de Tufts y responsable del laboratorio de química húmeda conocido como TEGA (Analizador de Gas Termal y Desarrollado). «Nada hay de extraño en las muestras analizadas. Es un suelo como el que podríamos encontrar en nuestro jardín, en el que plantar espárragos perfectamente», precisaba Kounaves. Las sales halladas, en forma de cloruros, y los contenidos en magnesio, potasio o sodio no son en ningún caso nutrientes orgánicos, sino minerales propios de la química inorgánica.
Michael Hetch, responsable de otro de los instrumentos de la sonda, el laboratorio MECA (Analizador de Microscopía, Electroquímica y Conductividad), precisaba por su parte que el suelo marciano analizado bajo estos parámetros presenta un carácter alcalino, con un pH básico de entre 8 y 9 (el pH neutro es igual a 7). Este tipo de suelos con un cierto grado de basicidad puede encontrarse también en la Tierra. En concreto, Hetch precisó que grados de pH entre 8 y 9 son bastante comunes en los suelos de los valles secos del interior de la Antártida.
Rastreador de vapores
Entre los datos más significativos encontrados por el analizador TEGA cabe señalar la presencia de trazas de dióxido de carbono y de vapor de agua, aunque en proporciones muy pequeñas. Este laboratorio permite «hornear» las muestras de tierra a temperaturas muy elevadas, de hasta mil grados centígrados. El analizador rastrea los vapores emitidos por las muestras de suelo en distintos rangos de temperaturas, al ser calentadas progresivamente en cada uno de los ocho pequeños hornos del TEGA.
Estas muestras de suelo proceden de la superficie, lo cual explica que no hayan aparecido rastros de hielo, que sí se encontraría a algunos centímetros bajo el suelo. Al calentar ligeramente las muestras desprendieron CO2, mientras que a más elevadas temperaturas eran perceptibles trazas de vapor de agua entre los gases liberados.
Los elementos esenciales
A pesar de la pequeña proporción de estos dos gases entre los vapores emitidos, su presencia tiene una especial trascendencia porque supone que en Marte existen los dos elementos esenciales para el desarrollo de la química orgánica característica de la vida tal como la concebimos, es decir, el carbono y el agua, la base de las moléculas orgánicas complejas y el disolvente indispensable para sus combinaciones.
Los resultados de estos análisis preliminares permiten interpretar, afirmaba Kounaves, «con toda certeza que el agua líquida ha estado presente en el planeta en algún momento más o menos lejano de su historia». En el presente, Marte es demasiado frío como para que el agua pueda permanecer en estado líquido, pero sin duda alberga grandes masas heladas en su subsuelo.
En las próximas semanas, los complejos instrumentos de la Phoenix afinarán estos análisis preliminares y, sobre todo, una vez extraídos fragmentos de hielo bajo la superficie, su análisis detallado proporcionará respuestas sobre el pasado y el presente climáticos de Marte. Esta es, fundamentalmente, la misión para la que la sonda Phoenix ha sido enviada al Planeta Rojo: localizar agua y componentes orgánicos, y precisar si algún tipo de vida primitiva fue posible una vez allí. Y los primeros datos revelan que, cuanto menos, su suelo es apto para la vida.
S. BASCO. MADRID. www.abc.es
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