Fernando Pastrano
Sí, pero no se trata de Lucifer, sino del diablo de Tasmania, un animal que ha sido inscrito en la lista de especies en peligro de extinción a finales del mes pasado, ya que sufre el ataque de una rara forma de cáncer que en pocos años ha acabado con el 60 por ciento de una población total de 75.000 ejemplares.
El primer caso se detectó en el año 1997 y se cree que fue causado por el envenenamiento de los campos o el uso de pesticidas en la agricultura. Lo cierto es que estos simpáticos animales se contagian unos a otros en sus frecuentes peleas (tienen mucho carácter), apareciéndoles tumores en la cara y hocico que les impiden cazar, o lo que es lo mismo, alimentarse.
El diablo de Tasmania, cuyo nombre científico es «sarcophilus laniarius», es el mayor marsupial carnívoro y hoy sólo existe en la isla de Tasmania, al sur de Australia.
Su aspecto es el de un perro pequeño que puede llegar a pesar 12 kilos y tener una longitud de poco más de un metro. Su pelo es negro y posee fuertes mandíbulas capaces de romper huesos.
Recibe ese curioso nombre por su carácter muy competitivo, lo que le hace pelearse con frecuencia con sus congéneres por cualquier motivo. Entonces lanza unos gruñidos roncos, al tiempo que abre la boca para que se le vean sus amenazadores y temibles dientes. Parece así que siempre está enfadado. A alguno de los colonizadores británicos de Tasmania se le ocurrió decir: «Parece un diablo», y se quedó con ese nombre.
Pero en realidad es un marsupial, es decir, sus crías nacen sin haberse desarrollado totalmente, por lo que se ven obligadas a acabar su formación fuera de las madres. El ejemplo más conocido de marsupial es el canguro, cuyas crías se refugian en la bolsa de su madre llamada marsupio. De ahí ese nombre. Otro marsupial muy conocido es el koala, pero ninguno de estos dos últimos son carnívoros, el diablo sí.
Protegidos sólo desde 1941, los «diablos» antes eran cazados por los ganaderos.
Hoy la comunidad científica sólo vislumbra un futuro para ellos con la creación de una reserva de ejemplares sanos aislados de los enfermos. ¡Se acabó su libertad!
Sí, pero no se trata de Lucifer, sino del diablo de Tasmania, un animal que ha sido inscrito en la lista de especies en peligro de extinción a finales del mes pasado, ya que sufre el ataque de una rara forma de cáncer que en pocos años ha acabado con el 60 por ciento de una población total de 75.000 ejemplares.
El primer caso se detectó en el año 1997 y se cree que fue causado por el envenenamiento de los campos o el uso de pesticidas en la agricultura. Lo cierto es que estos simpáticos animales se contagian unos a otros en sus frecuentes peleas (tienen mucho carácter), apareciéndoles tumores en la cara y hocico que les impiden cazar, o lo que es lo mismo, alimentarse.
El diablo de Tasmania, cuyo nombre científico es «sarcophilus laniarius», es el mayor marsupial carnívoro y hoy sólo existe en la isla de Tasmania, al sur de Australia.
Su aspecto es el de un perro pequeño que puede llegar a pesar 12 kilos y tener una longitud de poco más de un metro. Su pelo es negro y posee fuertes mandíbulas capaces de romper huesos.
Recibe ese curioso nombre por su carácter muy competitivo, lo que le hace pelearse con frecuencia con sus congéneres por cualquier motivo. Entonces lanza unos gruñidos roncos, al tiempo que abre la boca para que se le vean sus amenazadores y temibles dientes. Parece así que siempre está enfadado. A alguno de los colonizadores británicos de Tasmania se le ocurrió decir: «Parece un diablo», y se quedó con ese nombre.
Pero en realidad es un marsupial, es decir, sus crías nacen sin haberse desarrollado totalmente, por lo que se ven obligadas a acabar su formación fuera de las madres. El ejemplo más conocido de marsupial es el canguro, cuyas crías se refugian en la bolsa de su madre llamada marsupio. De ahí ese nombre. Otro marsupial muy conocido es el koala, pero ninguno de estos dos últimos son carnívoros, el diablo sí.
Protegidos sólo desde 1941, los «diablos» antes eran cazados por los ganaderos.
Hoy la comunidad científica sólo vislumbra un futuro para ellos con la creación de una reserva de ejemplares sanos aislados de los enfermos. ¡Se acabó su libertad!
ABC.es
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